Por: Juan Pablo Márquez
Al imaginarme el lugar donde Martin López – nuestro profesor de cárnicos – nos iba a llevar, me puse a pensar y a mirar todos los lugares posibles a los cuales podíamos ir. Pensando y pensando decidí mejor dejar las cosas así y esperar el gran día, esperar a que de pronto visitáramos un restaurante que yo ya conociera o conocer uno nuevo.
Días después recibimos un correo en el cual nos informan la fecha de la visita y la cantidad de plata que debíamos llevar; a todos nos cogió por sorpresa este correo ya que era la primera semana después de semana santa y la mayoría había salido a pasear y por este motivo estaban cortos de dinero.
Primero fue el grupo de los miércoles al restaurante y se encontraron con un lugar desconocido y nuevo para ellos, pero fueron “tan de malas” que no había carne para todos, entonces no pudieron comer y decidieron ir con nosotros; sin embargo, en su visita pudieron escuchar la gran historia del gerente, administrador y cocinero del lugar.
Al enterarme de lo que había sucedido me empecé a crear una idea del lugar, a imaginarme el tipo de gente que estaría allí y al personal, a hacerme una descripción mental de cómo sería el cocinero físicamente; en fin, por mi cabeza pasaron muchas imágenes y muchos lugares a los cuales el Patio del Tango se les podría parecer.
Ya erala hora y me dirigí al lugar de encuentro. Al llegar ya había unos de mis compañeros y el profesor; mientras que algunos se dirigieron primero hacia el local y yo me quedé con Alejandro, esperando a que nos recogieran.
Más tarde, al llegar a la puerta del restaurante, me sorprendí porque era un lugar que nunca había pasado por mi cabeza. La primera imagen que veo es Bienvenidos en una columna y en la otra Al Patio del Tango, con leer esto y al escuchar la música de fondo me imaginé “de una” (inmediatamente) a Carlos Gardel, el cantante de tango que murió en nuestra ciudad; mientras, noto que en uno de los tantos letreros del sitio dice “En este barrio murió Carlos Gardel el 24 de Junio de 1934 a las 3:10 p.m.”, ya que el Aeropuerto Olaya Herrera, donde falleció en un accidente aéreo queda a penas a unas cuadras del restaurante.
Al entrar me encontré con la mesa gigante que nos habían organizado. Era larga y delgada, tenía un mantel blanco y las sillas eran rojas de plástico. Me senté y saludé a mis compañeros y empecé a ver a mi alrededor un montón de fotos de encuentros, fiestas, conocidos, visitantes y comensales del lugar, a las que se sumaban también dos cuadros de la cara de Carlos Gardel.
Veo venir un joven gordo y calvo hacia nuestra mesa y frente a nosotros nos preguntó qué queríamos tomar y yo pedí una cerveza, el de mi lado pide una coca cola, los otros ya estaban tomando algo. Estaba mirando los letreros que tenía el restaurante y no los entendía, un amigo al ver mi interés por tratar de entenderlos me contó que el día que ellos habían ido les contaron que eran como códigos y que lo hacían así para que no todo el mundo los pudiera leer, entonces me dedique a entenderlos aunque no alcance a entenderlos todos.
En la mitad de la segunda cerveza llegaron las dos personas que faltaban, Nicolás y Sara, compañeros de semestres más avanzados; entonces nos acercamos nuevamente a la mesa y nos dispusimos a ordenar. Esperaba con ansias la carta para ver que carnes habían en el lugar pero lo único que llegó a mis manos fue un “hojita” que tenía un cuadro dibujado en el cual decía: solomito, bif chorizo y punta de anca, y en el otro V2 y ¾, quemado Gardel; yo me extrañé y pregunté que por qué así y me dijeron que eso era lo único que vendían, así que puse una raya mas en punta de anca término medio.
Esperando la carne pido una cerveza más y me dedico a escuchar la historia del cocinero del restaurante, decía que el lugar fue montado por su suegro hace 50 años, que Carlos Gardel estuvo allá, que todos los cantantes de tango que han venido a Medellín pasan por este lugar…
El cocinero termina su historia y se dedica a su labor y el profesor sugiere ir a conocer la cocina. Al entrar a este lugar me encuentro con un lugar muy pequeño, a la derecha están dos señoras organizando las ensaladas que van acompañar la carne y al fondo, en un rinconcito, está el cocinero al frente de la parrilla poniendo las carnes, me dirijo hacia él y empiezo a sentir un calor que si no fuera por la ropa me hubiera broceado. Al estar frente a él me surgen una serie de preguntas.
Juan Pablo: ¿Quién te enseñó a cocinar?
Cocinero: Mi suegro
Juan Pablo: ¿Hace cuánto cocina?
Cocinero: Hace aproximadamente 30 años
Juan Pablo: ¿Cómo marina la carne?
Cocinero: Yo no soy amarrado y les voy a decir, la marino con los culitos de las cebollas, con vinagre, con agua, cebolla en julianas, perejil crespo, ajo.
Termino mi recorrido por la encantadora cocina y me dirijo hacia la mesa, pasaron unos cinco minutos y llega el hijo del cocinero, el joven gordo calvo del cual ya les había hablado, empieza a decir cinco punta de anca termino V2 y comienzan a alzar las manos con la mía y el al ver que yo la alcé con los demás me lleva mi plato y me dice vea “Dogor” un apodo que me había puesto, y el empieza a repartir ; después dice cuatro bif chorizo V2 y se alzan otras manos.
Veo el chimichurri y se lo echo a la carne, parto mi primer trozo de carne y me lo llevo a la boca al sentir los sabores y la calidad de la carne, pienso en que estoy en el cielo escuchando tango y que me voy a quedar en ese lugar el tiempo necesario mientras acabo mi manjar. Al terminar quedo con cara de aburrido porque he terminado, no sé si la cara es por lo lleno que estoy o por se qué no voy a seguir en el cielo.
Paso mi mirada por la cara de todos mis compañeros y me encuentro con caras parecidas a la que yo tenía; me retiro de la mesa y voy a donde están los que como yo ya habían acabado, esperamos a que los que faltan terminen para proponerles ir al Parque del Poblado para terminar esta maravillosa noche con unas cervezas.
Visiten un lugar que los llevara a dar un recorrido por el cielo…
Video del gerente, administrador y cocinero del lugar.